Para entender el porqué hago mis esculturas como las hago.
Desde niño he sido una persona rebelde, nunca me adapté a las tradiciones de familia ni a las reglas de los colegios. Hasta los 30 años viajé y trabajé en diferentes actividades, donde siempre fui el jefe. En 1948, en un viaje a Europa tuve mi primer encuentro con la cultura. En París me matriculé en la Escuela de Bellas Artes y estudié dibujo. Me fascinaba la escultura, pero pensaba que era sólo para talentosos, por lo que ni me preocupé de saber como era el proceso para realizarla.
A mi vuelta a Chile por razones familiares pasé un largo tiempo alejado del arte. En 1954 arrendé un estudio para desarrollar mis inquietudes y por primera vez trabajé en greda. Al principio lo tomé como un hobby, pero después le dedicaba casi todo mi tiempo. Para poder trabajar con modelo vivo entré como alumno libre a la Escuela de Bellas Artes. El profesor se dio cuenta de mi espíritu rebelde y me dejaron trabajar a mi manera. Al año siguiente estuve en el taller de material definitivo, donde tampoco acepté consejos de profesores. La primera escultura que hice recién llegado al curso fue “Toro” en mármol negro, premiada y adquirida por el Museo de Arte Contemporáneo.
En 1957, estando en Italia, me invitaron a exponer en una muestra colectiva. Yo tenía algunos proyectos para hacerlos en mármol, material demoroso de trabajar. Se me ocurrió hacer unos bocetos en cartón con la intención de copiarlos en hierro, sin saber si iba a resultar. En un taller de artesanos los trasladé al metal y de paso aprendí a soldar.
Sin proponérmelo, en esas esculturas, el espacio era lo más importante. Fueron mis primeras esculturas abstractas y el momento definitorio para toda la escultura que hago hasta el día de hoy.
Al volver a Chile mi estudio se transformó en un taller de mecánico, lleno de herramientas para trabajar metales, soldadoras, martillos, fraguas, etc., más otras que yo mismo adapté. Mi rebeldía de siempre me ayudó a no darle importancia a las opiniones de la mayoría de mis colegas, que decían que no perdiera el tiempo trabajando en un material que era imposible darle vida. Los cambios son muy difíciles de aceptar.
Para empezar a trabajar una nueva escultura, primero me paseo entre el cerro de metales acumulados desde años en mi taller, a veces paso días enteros observándolos, tocándolos, golpeándolos en el yunque y cambiándoles las formas, sin una idea preconcebida. Espero hasta que algo me habla. A veces uso piezas de antiguas máquinas o parte de ellas
He usado todos los metales, hierro, bronce, cobre, acero inoxidable, plata y oro; siempre los he trabajado directamente forjado y soldado. También he hecho algunos bronces fundidos por partes que los termino con soldadura.
Mi obra es espontánea, nunca hago dibujo preliminar; cuando son grandes proyectos, realizo pequeñas esculturas en el mismo material, que me sirven de estudio para la definitiva.
Creo que mi escultura es muy difícil encasillarla en algún estilo, ella refleja mi vida que ha sido bastante variada.
SERGIO CASTILLO / Agosto 2004